
Yo soy KWAN YIN y he venido nuevamente a dedicar unas palabras a todos ustedes. He venido a hablar de la dignidad humana.
¿Por qué de la dignidad humana?
Porque ser digno como ser humano significa tener derecho a vivir, a expresar su opinión, a pensar por sí mismo, a tener opciones y decidir la más conveniente. Ser digno es tener derecho a ser feliz en la tierra.
Voy a hablar de dignidad, de esa dignidad que nace cuando el ser humano sabe que sus pasos los está dirigiendo por la ruta que su mente le indica. Esa dignidad que es posible observar en la mirada de los niños cuando reclaman inocentemente a sus padres: ¿por qué me castigas?
Esa dignidad que surge del alma de una niña cuando mira a su padre y le dice: padre ¿por qué me quieres tanto? Aquella que sale de los labios de un jovencito que le pide también a su padre explicación diciéndole: ¿por qué me exiges que no diga malas palabras cuando tú las repites a cada momento?
Esa dignidad que los niños de hoy manifiestan cuando a una voz gritan: ¿por qué se enfadan con nosotros si tan sólo hacemos lo mismo que ustedes nos han enseñado?
Esa dignidad que se va perdiendo cuando el ser humano empieza a entender que una vida es la que él cree correcta; pero otra muy diferente la que esta viviendo.
Esa dignidad que se va acabando cuando su mente le dice: “No tomes” y prefiere escuchar la voz de sus amigos induciéndolo al vicio.
Por eso quiero hablar de dignidad, para hacerles ver que la mejor forma de mantenerla es escuchando dentro de sí mismos la voz del alma diciendo:
Camina por aquí... sigue adelante... tu vida es tuya y solo tú debes decidir en ella.
Camina adelante y no te detengas, porque aun cuando las piedras; estorbaran tu camino siempre habrá una manera de rodearlas.
Pon tu vista en los cielos mientras tus pies caminan entre la tierra.
Cuida de no ensuciarte por dentro porque tus vestiduras blancas sólo se lavan en sufrimientos.
Recuerda el tierno mirar de los niños, porque tú, para ellos, eres... el camino.
Sabia dignidad que guías a los hombres por el sendero interior, allanando los prados; abrillantando el verdor despidiendo el aroma de un tibio amor.
Levanten sus ojos hombres andantes porque sólo la luz los verá triunfantes.
En los valles y en las cimas, en obscuros laberintos sólo el alma sabe donde está el infinito.
No importa si se ven envueltos en pecados... no importa si los vicios los han apedreado... no importan sus vestiduras sucias. A ustedes, Dios, los ha aceptado.
Cada hora y segundo, cada minuto de dolor ha dejado en sus almas el refugio del amor.
Junten sus manos en el corazón, llenen su boca de esta oración y la dignidad, hermanos míos, será siempre su canción.
Con todo mi AMOR para ustedes.